Capítulo 8 – Y por fin, los Pirineos

A estas alturas del viaje, ya deberías estar de vuelta de Francia, pero debido al mal tiempo y como comenté en un post anterior, hoy sería el día que llegaríamos a Los Pirineos.

La noche anterior dejé la moto en la calle, bajo la ventana del hotel y en zona azul. Como no me quedó claro que se pudiera aparcar ahí indefinidamente, ya que cada ciudad tiene su propia normativa y la de Huesca no la encontré, decidí levantarme temprano y trasladarla a un parking de motos. Tras esto, visitamos la ciudad, ya que la noche anterior vimos muy poco. Tras entrar a la Catedral, nos dirigimos a la Plaza Mayor a desayunar, donde aprovechamos para visitar la tienda de ultramarinos más antigua de España.

Huesca

Catedral de Huesca

Tienda La Confianza

Después de esto, visitamos el Monasterio de San Pedro el Viejo. Como curiosidad, no pudimos pagar la entrada. No había nadie para cobrar, ni cuando entramos, ni cuando salimos. Sólo había un grupo con un guía y no sabían dónde estaba la persona de la entrada…

Nos montamos en la Pan y tomamos rumbo a Graus. Aunque al volver íbamos a dormir allí, decidimos para a refrescarnos en Barbastro, ya que de repente, la temperatura había pasado de 20 a 28ºC. Tras tomar un poco de fresquito a la sombra, continuamos hasta Graus.

Barbastro

Y tras apenas 15 km depués, ¡ya estábamos en Los Pirineos! No te imaginas lo que es para un canario ver nieve y agua corriendo en pleno mes de junio. Además, según nos contaban, hacía años que no se llenaban tanto los embalses y que los ríos no iban tan cargados. Un auténtico espectáculo para los ojos y además, por unas carreteras perfectas y sin tráfico que permitían disfrutar de todo.

Embalse de Barasona – Joaquín Costa

En Graus estuvimos poco tiempo, ya que íbamos a volver algunos días después. Aún así nos dio tiempo de visitar su Plaza Mayor y pasear por el puente del Río Ésera.

Plaza Mayor de Graus

Graus

Río Ésera

Como íbamos muy bien de tiempo, nos acercamos al bello pueblo de Benasque. Un precioso emplazamiento rodeado de montañas con picos nevados y con un bonito centro histórico. Lo que no sabíamos es que a las cuatro cierra TODO, y dimos muchas vueltas buscando algún lugar donde comer algo. ¡Ni siquiera había supermercados abiertos! Nuestra salvación fue el restaurante La Parrilla, que aunque estaba en su cambio de turno y no tenía disponible toda la carta, nos sirvió una deliciosa longaniza, una tabla de quesos y otra de jamón.

Benasque

Centro de Benasque

¡Longaniza!

Centro de Benasque

Benasque

Ya con las pilas cargadas partimos hacia Vielha. Una ruta que no dejó de sorprendernos durante todo el recorrido, incluido el túnel de más de 5 km por el que tuvimos que pasar y cuya temperatura interior bajó hasta los 11ºC. Como todos los pueblos de los Pirineos, Vielha no iba a ser diferente en belleza, pero además, a lo grande. Toda una ciudad. Como hasta las 23.00 horas no se hacía de noche, nos dio tiempo de darnos un baño en la piscina del hotel, que supo a gloria después de tantos kilómetros acumulados. Luego, salimos a pasear por el casco antiguo y por el río. Tras cenar, nos fuimos a la cama (¡menudas camas las del hotel Tuca!) y a descansar hasta mañana, ¡que nos vamos a Francia!

Capítulo 7 – Monasterio de Piedra y mucho viento

Capítulo 9 – Vielha – Bagnères-de-Luchon – Barbastro

 

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