Capítulo 13 – Kongsmark – Saltstraumen
El 26 de junio amaneció sin viento, sin lluvia y muy fresco. Salimos a las 8.30 del camping para un día que prometía. ¡Hoy conoceríamos la belleza de las Islas Lofoten!
Nada más comenzar la ruta, el paisaje se volvía impresionante, con cascadas que llegaban a los tranquilos lagos y fiordos. Las carreteras, perfectamente asfaltadas y tráfico prácticamente inexistente. Una gozada para ir en moto admirando continuamente la vista panorámica que cambiaba con cada curva.

Con la sonrisa de volver a la carretera

Estampas únicas en las Islas Lofoten

Postales
Sobre las 11.00 de la mañana llegamos a Svolvaer, una de las ciudades más grandes de las Lofoten, donde después de un paseo, paramos en un supermercado a comprar víveres. En este viaje aprendimos que en Escandinavia realmente no hace falta comprar comida para hacer en el camping. En todos los supermercados medianos y grandes hay comida preparada lista para llevar. Coges un tupper de plástico, lo rellenas con lo que quieras (Pasta, ensalada, albóndigas,…) te lo pesan en caja, y listo.

Svolvaer
Al salir del supermercado, me llevé el gran susto del viaje: La moto estaba perdiendo líquido aparentemente por el disco de freno delantero. Estaba todo el lado derecho de la rueda delantera y parte del carenado lleno de aceite. Sobre la marcha, llamamos a Jonathan, de Motorbike, nuestro taller de confianza en Tenerife y le comentamos la situación. Por lo que nosotros le comentamos, nos dijo que podíamos anular esa pinza con un tornillo. Comenzamos buscar un taller por la zona para intentar encontrar el tornillo, pero con Google no hubo suerte, así que me metí en la cafetería de una gasolinera y pregunté por si alguien conocía algún mecánico y, ¡suerte la mía! Había uno allí. Se acercó a mi moto y comprobó que lo que pasaba es que se había roto un retén de la suspensión delantera y era por ahí por donde se estaba saliendo el líquido. Tras comentarlo con Jonathan de nuevo, me dijo que continuara el viaje, teniendo precaución, y limpiando el aceite de vez en cuando, y así lo hice.

Momento susto… ¿se acabará el viaje?
Después del susto pusimos rumbo a Henningsvaer. Es como un archipiélago dentro de otro, cuyas islas están unidas por altos puentes para que los barcos puedan pasar bajo ellos. Las vistas, de nuevo, impresionantes. Calma total, verdes montañas, agua cristalina,… También pudimos ver de cerca los famosos secaderos de bacalao.

Aguas cristalinas, cerca de Henningsvaer

Secaderos de Bacalao

Matando el hambre con delicias noruegas ¡Estaban riquísimas!

Henningsvaer

Playas noruegas

Puentes espectaculares que unen islas

De ruta hacia el Sur
Más hacia el sur, paramos en el museo vikingo, aunque no entramos porque ya el tiempo se nos estaba echando encima y queríamos salir de las islas en el último ferry.

Museo Vikingo

Más puentes «Lofoteneros»

Felicidad

Puerto de Fredvang

Más postales
Alas 20.00 horas tomamos el ferry en Moskenes, que en algo más de 4 horas llegaría a Bodo. Por suerte, el mar lo tuvimos completamente en calma. El día anterior había olas de más de 5 metros. Y otra cosa que nos maravilló fue poder contemplar plácidamente el Sol de medianoche desde el barco.

El Sol a las 23.30 horas
Llegamos a Salstraumen sobre la 1.00 de la madrugada y nos acercamos hasta el río a ver si se veían los famosos remolinos, pero no hubo suerte. Ya teníamos reservado el camping, que estaba muy cerca, así que nos dirigimos hasta allí, nos empaquetamos para pasar la noche en una cabaña, y a descansar de este gran día. ¡Mañana más!

Río Salstraumenn ¿Eso de ahí son remolinos?
No Comments