Capítulo 13 – Burgos – Ávila
Este día teníamos muchísimas cosas que visitar de camino a Ávila, así que nos levantamos muy temprano para ir a visitar la catedral de Burgos… Tan temprano que aún no había abierto sus puertas. Así que para no perder tiempo (abría a las 9.30), decidimos partir hacia nuestra siguiente parada: La Granja de San Idelfonso. Un palacio que sólo conocíamos de oídas y que nos dejó con la boca abierta. Ojo, si lo van a visitar, no tiren la entrada, ya que hay una capilla anexa al salir del recinto en la que te la pedirán para poder pasar. A nosotros se nos perdió y nos costó un poco convencer a la persona de seguridad para que nos dejara pasar.
A pocos kilómetros estaba Segovia, otra parada obligada que teníamos en el mapa. Al llegar, ya comenzaba a apretar el calor. Después de quedar alucinados con el acueducto (por mucho que lo hayas visto en fotografías, hay que verlo para creerlo), buscamos un sitio para comer… ¡que tuviera aire acondicionado! Sólo vimos uno de bocadillos al final de una calle, y teníamos tanto calor, que allí nos quedamos. Después de un merecido helado y visitar un par de tiendas, partimos hacia el Alcázar, una edificación que podría haber inspirado los palacios de Disney y que no defrauda ni por dentro ni por fuera. ¡Qué cantidad de historia!
Después de la visita, partimos hacia El Escorial. Nuestro gozo en un pozo, pues había un acto institucional y sólo lo pudimos ver por fuera. Lo positivo es que tuvimos más tiempo para disfrutar del ambiente motero en el Puerto de la Cruz Verde, que pese a que era un día entre semana, presentaba bastante actividad. ¡Nos imaginamos cómo sería un fin de semana!
Una papas fritas y una cervecita más tarde, nos esperaba una ruta alucinante hasta Ávila, donde hicimos noche junto a sus murallas. Como no llegamos muy tarde, nos dio tiempo de dar un corto paseo por el interior de la ciudad y cenar tranquilamente disfrutando del buen ambiente nocturno.
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