Capítulo 5 – Cuenca – Zaragoza
El 11 de junio fue uno de los días más intensos del viaje. Nos levantamos muy temprano para visitar el centro de Cuenca. Después de un buen desayuno muy cerca de la entrada a La Catedral, andamos hasta el otro lado del río Huécar a través de un puente con piso de madera, para contemplar las Casas Colgadas.
Después de las obligadas fotos, volvimos a montar en la Pan y tomamos rumbo al nacimiento del Tajo, parando unos minutos en el Ventano del Diablo para disfrutar de sus increíbles vistas. Una ruta preciosa, con buen asfalto, buenas curvas y muy verde.
En el nacimiento del río Tajo estuvimos poco tiempo, ya que no estábamos preparados para los 14ºC que habían allí, así que proseguimos camino hasta Albarracín. ¡Qué preciosidad de pueblo! No habíamos visto nada de él, y nos sorprendió gratamente. La lástima es que eran ya casi las cuatro de la tarde y casi todo estaba cerrado. Pudimos comer muy buenas tapas en la Taberna Albarracín, en la Plaza Mayor.
Después de callejear un rato, tomamos rumbo hacia Teruel. Una ruta que, pese a ser por carreteras secundarias, constaba de prácticamente dos rectas interminables a las que costaba mucho ir a velocidades legales. Lo bueno es que permitía mirar sin riesgo al aeropuerto de Teruel, en el que hay decenas de aviones de diversos tamaños, pero no se ve aterrizar o despegar a ninguno, ya que en este aeropuerto lo que se hace es mantenimiento y reparaciones.
Al llegar a Teruel, después de tomar un helado en la Plaza del Torico, nos dirigimos al Mausoleo de los Amantes de Teruel, visita que nos podíamos haber ahorrado pero en la que entramos porque para el resto había que esperar más de una hora y ya íbamos mal de tiempo. ¡Se estaba haciendo de noche! Después de callejear por Teruel y quedarnos boquiabiertos con sus torres mudéjares, salimos hacia Zaragoza, quedándonos con la vista de la ciudad desde el Mirador de Teruel, en la Ronda de la Liberación.
Llegamos a Zaragoza ya con poca luz. Como no conseguimos plaza de parking por menos de 17€ la noche y en Zaragoza estaba permitido aparcar la moto sobre la acera, esa noche la Pan durmió en la calle, aunque no sería la última vez.
Con un poco de insomnio por la intranquilidad de dejar la moto en la calle, tocaba descansar para la gran etapa del día siguiente. Francia nos esperaba.
JAVIER MUÑOZ
octubre 14, 2018 at 2:14 pmMe hubiese encantado hacer de guía turístico tanto en Albarracín como en Teruel. Espero os gustase mi tierra.
Saludos. TRAMPAS
Per&Kens
octubre 16, 2018 at 10:10 amComo puedes leer en el relato… ¡nos encantó! De lo mejor del viaje, sobre todo Albarracín :).