Capítulo 7 – Monasterio de Piedra y mucho viento

El 13 de junio nos levantamos con una previsión de viento de hasta 100 Km/h en el valle del Ebro. Aún así, decidimos arriesgarnos y retroceder 120 Km hasta Nuévalos para ver el Monasterio de Piedra. Una visita que en principio no estaba en nuestra ruta, pero el mal tiempo en Los Pirineos y Francia de esos nos obligó a buscar alternativas. Hicimos casi toda la ruta por autopista, y por la mañana no hacía tanto viento, lo que deberíamos haber aprovechado para llegar hasta Huesca antes de que se pusiera peor,… pero no lo hicimos.

De camino a Nuévalos paramos en Calatayud a tomar algo y pasear por sus calles y decadentes edificios. Una ciudad con mucho encanto en la que sí o sí, debes hacer una parada en la casa de La Dolores.

 

Calatayud

Calatayud

Sin lugar a dudas, el Monasterio de Piedra merece la pena ser visitado. No habíamos visto casi nada del lugar por ningún medio y nos encantó pasear por sus cascadas. Además, nos comentaron que esos días había más agua de lo normal por las lluvias caídas. Sencillamente impresionante. Decenas de cascadas y todas diferentes entre sí.

 

Nuévalos

¿Rivendel?

Disfrutando de las vistas

La Pan con sus colegas

Después de disfrutar de una visita guiada por el Monasterio y el museo del vino, nos comimos unos bocadillos en el restaurante (ya la cocina estaba cerrada) y partimos hacia Huesca.

Monasterio de Piedra

Museo del Vino

El peor viaje de mi vida

A los pocos kilómetros de salir del Monasterio de Piedra, el viento comenzó a intensificarse, llegando a ser peligroso cuando llevábamos unos 50 recorridos. Era tan fuerte que me dolía la oreja izquierda de la presión que hacía el casco sobre mi cabeza, y eso que íbamos ambos agachados. Adelantar a los camiones era tan peligroso como que te adelantaran, así que intenté ponerme a rebufo de uno, pero ni así… Las turbulencias hacían que los más de 500 kilos en orden de marcha que llevábamos se convirtieran en una bicicleta. Antes de llegar a Zaragoza valoramos ir por secundarias, pero el viaje se convertía en una hora más, así que no abandonamos la autopista hasta pasar la ciudad. ¡Hasta en parado costaba mantener la moto en pie!

A medida que nos acercábamos a Huesca, el viento iba amainando y llegamos cansados, pero sanos y a salvo. Para el futuro ya nos queda claro que con mucho viento, es mejor no salir.

Llegamos a Huesca aún de día, lo que nos permitió pasear por sus calles llenas de gente y ver algunas tiendas antes de irnos a descansar. Además, nos tropezamos con el Festival de Cine de Huesca.

Teatro Olimpia

 

Capítulo 6 – Cambio de planes – Zaragoza

Capítulo 8 – Y por fin, los Pirineos

 

No Comments

Post a Comment